miércoles, 30 de marzo de 2011

Ni contigo ni sin ti...

...tienen mis males remedio, según dice una copla.

Luego dicen que en Madrid no hay gente amable, que todos van a su bola y que no te ayuda nadie. El otro día tuve la oportunidad de constatar que no es así, ni mucho menos, aunque, como madrileña, siempre defiendo esta postura a capa y espada.

Estuve primero en un acto solidario organizado por medicusmundi. Era un maratón de cuentos en La Casa Encendida y estaba lleno de gente (solidaria, por supuesto).

Al salir, quería llegar hasta la Plaza Mayor, y pensé que la mejor manera era subirme en el M1, el bus chiquitito de la EMT. Fue curioso porque, cuando llegué a la parada de Embajadores ("cerca del final, donde todo empieza", como diría Fito, aunque Embajadores no es que esté cerca, sino que es una de las cabeceras de esta línea...), tenía las puertas abiertas, pero la gente de la parada no subía, así que yo también me quedé fuera esperando y leyendo el programa de la Noche de los Teatros.

Al poco, llegó una señora que preguntó al conductor y nos dijo que podíamos subir. El conductor estaba tranquilamente leyendo el diario hasta su hora de salida (que vete a saber cuál era) y los que estábamos en la parada subimos, pero claro, el conductor no cerró las puertas, así que no dejó de subir gente y el pobre autobusito, que se puso hasta la bandera!

Y el conductor que no arrancaba y la gente que empezaba a hacer comentarios en voz alta, pero en vez de haber nadie enfadado, como cabría esperar en un autobús más grande, la gente se lo tomaba a guasa. Fue un viajecito (propio de un autobús de ese tamaño) muy entrañable y divertido.

Yo iba leyendo el programa de la Noche de los Teatros y un chico me lo pidió para echarle un vistazo; una niña dejó sentarse a una señora mayor; otra señora no quería sentarse porque se bajaba en la primera "no se moleste, si me bajo ya"; un señor que no paraba de decir "que no va a subir la cuesta con tanta gente!!" y la mujer dándole en el brazo para que hablara más bajito; otro matrimonio diciendo "se busca conductor, que no sabemos dónde está el nuestro..."

Cuando, por fin, arrancó, no sé si se dejó algún bache de la cuesta, pero cuando llegamos a la calle Toledo me dio pena bajarme, porque la verdad es que me lo pasé muy bien. Fue un viaje entrañable, en las entrañas (por eso de entrañable) de una ciudad que siempre va con prisas y no te deja respirar, por eso parece que todos estamos enfadados y no somos amables, pero ponnos a prueba...

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