martes, 12 de junio de 2018

El dragón y el cangrejo

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Era una de esas noches de verano en que no se puede dormir. El dragón llevaba un buen rato intentándolo, pero el aire casi inmóvil a su alrededor no le dejaba casi ni respirar. Deseaba tan solo un segundo de brisa que le dejara recuperar la calma, pero en  lugar de eso, sentía cómo el calor que nacía en su interior le abrasaba también.

No lo resistió ni un segundo más; emprendió vuelo hacia el océano y allí se lanzó en picado para refrescar su cuerpo y así poder descansar.

Buceó durante lo que le parecieron unos segundos nada más, pero se dio cuenta de que había perdido la noción del tiempo mientras disfrutaba del frescor del agua y se tumbó en el lecho del mar para dormir.

Un cangrejo ermitaño que vivía en una caracola, pequeña y brillante, dormía muy cerca del dragón. Al sentir su gran presencia, se despertó y notó cómo el agua empezaba a calentarse por la respiración de fuego del dragón. Si seguía calentándose el agua así, ¡podría ser peligroso!

Decidió despertar al dragón para que decirle que se marchara de allí, pero la verdad es que le daba un poco de miedo; él, tan pequeño y el dragón, tan grande y fiero... Mejor diseñaría una estratagema para que se marchara sin tener que enfrentarse con él.

Comenzó por darle pequeños pellizcos con sus pinzas que le incomodaran y que hicieran que se quisiera marchar de allí. Pero la piel del dragón era tan gruesa, que ni se enteraba.

Ingenuamente, comenzó a empujarle, como si pudiera moverle, pero el dragón tampoco se enteraba de los empujoncitos que le estaba dando el cangrejo.

Le tiró arena, que solo le llegaba a las patas; le mordió; hizo ruidos y movimientos extraños para asustarle; pero nada, el dragón no se enteraba y seguía durmiendo plácidamente.

Cansado de hacer tantas cosas y no conseguir nada, el cangrejo escaló hasta una de las orejas del dragón y decidió contarle una pesadilla que una vez tuvo a ver si se despertaba y se marchaba muerto de miedo.

Y funcionó, porque el dragón se movió y abrió los ojos.

El cangrejo se cayó del dragón y este se dio cuenta de la presencia del pequeño crustáceo.

- Hola, pequeño. ¿Cómo te llamas?

El cangrejo no sabía qué hacer, porque le daba mucho miedo aquella bestia tan grande, pero parecía amigable.

- Perdona, no sé si te he pisado, pero es que tenía mucho calor y he venido hasta el mar para poder descansar un poco.

- No pasa nada, no me has pisado. Pero tu respiración está haciendo que el agua se caliente y creo que corremos peligro.

- Oh, perdona. Claro, respiro fuego.